De vendedor callejero a profesional de la medicina

De vendedor callejero a profesional de la medicina

Un médico que trabajó de pochoclero para crecer

Por R.O.S

Han existido a lo largo de la historia  personalidades tan sorprendentes como ejemplares. Existieron seres que  de las ordinarias  han hecho circunstancias vitales dentro de un extraordinario acontecimiento de substancia personal.

Desde que tiene uso de razón, Julio César Adad , actualmente cuarenta años de edad, pasó la infancia, niñez y adolescencia en el carrito de pochoclos de sus padres Juan José y Solange, situado en el Parque Independencia de Rosario, el mismo lugar donde su bisabuelo Juan, que recién llegaba de su Líbano natal, lo estacionó por primera vez en 1929. Cuarta generación de pochocleros, Julio César sueña con que sus hijos mantengan el legado y continúe la tradición familiar.

Médico cirujano, especializado en traumatología y ortopedia, Adad pasa jornadas maratónicas en el quirófano durante la semana y por las noches ejerce la docencia en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario. Tiene dos hijos, Faustina y Eusebio; y está casado con Débora, médica esteticista.

En su nota “La increíble historia del cirujano que vende pochoclo en una plaza”, Javier Firpo invita a conocer a Julio César Adad, un integrante de esa inmensa masa de argentinos denominada “clase media”, sector social de compleja caracterización sociológica y variopinta composición ideológica -ambas dimensiones proponen un estudio .Esas líneas relatan una historia de auto-superación poco frecuente, no obstante muy acostumbrada -como intento - en nuestro país: el hijo de trabajadores perseverantes asciende en status socioeconómico a través de un derrotero de intenso esfuerzo personal.

Abad,  es el resultado de alguien  moralmente admirable (su decisión no sucumbió a las circunstancias adversas) y psicológicamente asombroso ya que su personalidad no se amoldó a las determinaciones culturales

En esta historia de vida, la temporalidad como condición de nuestra existencia se ve desafiada. En efecto, ante el joven Julio César, la vida, interrogada por un sentido, se abre como perspectiva y a ella se lanza él, concibiéndola como plan, sueño o ilusión hacia el tiempo “de adelante”, el futuro, el “allí” donde lo pendiente va a resolverse, ya sea en cumplimientos o frustraciones.

Reflexión mediante, Julio César Adad asume que el cirujano no logra abrazar su plenitud anímica sin fundirse con el hijo de inmigrantes laboriosos: Julio César tuvo que llegar a empuñar ese logro profesional, en el cual, las expectativas de sus padres situaban toda la realización personal.

Todas las facetas de su desarrollo personal convergen en el “ahora” de su estado emocional; una de ellas lograda con todo mérito, otra postergada que puja por ser parte presente de su historia.   .

La Naturaleza nos regala al respecto una metáfora adecuada: no hay fruto que no esté nutrido por un tallo desde una raíz. Para Julio César, el fruto del esfuerzo será completo si se saborea asentado sobre las raíces del árbol que lo sustenta.

En esta historia reaparece la interpretación racional de nuestra  condición humana: el pensamiento se vuelve sustancia fundamental en la transformación reflexiva de las propias circunstancias, cuando se está decidido a desafiarlas.(Fuente informatica: EL LICEO, JORGE VELIZ, ALEJO IGLESIAS)