Opinión: Entre la obligación y la costumbre: Mendiolaza fue a votar sin entusiasmo

Opinión: Entre la obligación y la costumbre: Mendiolaza fue a votar sin entusiasmo

Por Galilea Ortiz
Mendiolaza fue a votar sin apuro, sin furia y casi sin esperanza. Entre charlas de vereda y boletas mal dobladas, el acto de votar pareció una rutina más del domingo. Lo que se vio en las escuelas fue también un espejo del ánimo ciudadano: cumplir, aunque ya no se crea demasiado.

El mate sobre la mesa ya está frío, y nadie lo nota. Los fiscales hablan de fútbol, del clima, de cualquier cosa menos de política. En las Escuelas Pías, el edificio más grande de la ciudad, las dieciocho mesas reciben a más de seis mil electores. Hay movimiento constante, pero sin agite: las filas son cortas y se disuelven rápido. El aire huele a tierra levantada y a café de termo.

En las conversaciones se repiten los mismos temas: la economía, los precios, la juventud de los fiscales. Una mujer busca su mesa con el DNI en la mano; su hijo agarrado de su cartera salta haciéndole preguntas sobre el voto, el único rastro genuino de curiosidad e interés. El resto cumple el paso a paso: entrar, firmar, doblar la boleta, salir.



A las 13:21, un grupo de militantes de Schiaretti cruza la puerta principal con bolsas de sándwiches y gaseosas frías que dejan un leve rastro de condensación en el plástico. Adentro, los fiscales los reciben con sonrisas cansadas y agradecimientos automáticos. Entre los que reparten se distingue al ex candidato a intendente Nicolás Martínez Dalke, saludando rápido, apretando manos, dejando comentarios al pasar: “¿Todo tranquilo, no?”. En pocos segundos desaparece entre las aulas, como si su sola presencia alcanzara.

En el mismo momento, una pareja sale del edificio. Ella acomoda el DNI en la cartera y suspira, “demasiado joven el presidente de mesa” dice, “Nadie sabedoblar las boletas”, responde él, con tono de fastidio. El diálogo se pierde entre el murmullo de la gente que entra y sale, una mezcla de quejas suaves y resignación. Afuera, el sol cae de lleno sobre la vereda y el viento levanta polvo.

Una mujer de cincuenta años se acomoda el abrigo antes de irse. “Voté convencida, me genera esperanza... aunque ya no tanta”, dice, y después agrega: “Por lo menos, alguien tiene que creer en algo.” Un chico de 19 fue más directo: “Vine porque mi novia me obligó”, dijo riendo. Su frase quedó flotando en el aire, como un resumen involuntario del clima del día: el voto como una obligación más.
En las otras escuelas del circuito, el I.P.E.M. 317 San José de Calasanz, la Escuela Domingo F. Sarmiento y el Jardín de Infantes Sarmiento, el ambiente es parecido, pero más disperso.



En el jardín, con solo tres mesas y poco más de mil empadronados, casi no hay fila. Los presidentes de mesa charlan entre ellos y revisan sus celulares. Frente al Sarmiento, una mujer de 41 años llega antes del almuerzo, le tuvieron que enseñar ahí mismo cómo usar la boleta única. “La verdad, decidí mi voto en el último momento”, admite, “Vine por obligación, aunque todavía tengo un poquito de esperanza.”
A las 14:40, una chica de diecisiete años hace fila en el IPEM, podría no haber ido, pero quiso hacerlo igual. “Es importante, aunque no tenga la obligación es mi deber, aunque el cuarto oscuro tenía más mística.”

A esa hora, el olor a fritura invade la cuadra. Los scouts venden empanadas, pastelitos y alfajores de maicena frente a la escuela, y un militante de Defendamos Córdoba conversa con el kiosquero sobre los primeros rumores de resultados. Un poco más allá, el ex intendente Daniel Salibi camina entre los votantes, saludando a cada uno con la familiaridad de quien ya conoce los nombres.

Cuando cierran las urnas, el 70,76% del padrón ya votó. La Libertad Avanza obtiene 5.249 votos, seguida por Provincias Unidas con 1697 votos y
Defendamos Córdoba con 996. En la provincia, el resultado se repite: los libertarios ganan 5 de las 9 bancas que tiene Córdoba, y a nivel nacional alcanzan el 40,65%. Los números confirman lo que se veía en las caras: una participación alta, pero desprovista de entusiasmo.

Cuando los fiscales comienzan a guardar sus cosas, el mate sigue ahí, frío, en una esquina de la mesa, los últimos votantes se alejan sin mirar atrás. Mendiolaza votó otra vez y aunque la ilusión parezca haberse gastado, todavía hay algo que los trae cada elección, a cumplir con ese