Capilla del Monte: mientras la región se mueve, la gestión de Fabricio Díaz sigue en “modo avión”
En el corredor turístico serrano, los municipios vecinos parecen haber entendido algo básico: para atraer visitantes hay que hacer cosas. La Cumbre, por ejemplo, volvió a montar eventos de observación de estrellas, recuperando actividades que alguna vez hicieron brillar a Capilla del Monte. Hasta circula la curiosa teoría de una terapeuta que asegura que la energía de la ciudad intraterrena de ERKS “se mudó” a La Cumbre. Y aunque suene a eslogan de temporada, funciona: genera charla, turistas y movimiento.
Mientras tanto, Capilla del Monte… bueno, Capilla del Monte sigue esperando que la gestión municipal de Fabricio Díaz encuentre el botón de “iniciar actividad”. La agenda cultural está tan quieta que podría ser considerada patrimonio histórico. Ningún evento nuevo, ninguna propuesta turística, ningún festival, ningún espectáculo. Nada. El municipio, más que impulsar la economía local, parece estar haciendo un experimento sociológico sobre cuánto puede sobrevivir una ciudad sin iniciativas.
El contraste es tan evidente que ya provoca humor involuntario. Comerciantes y vecinos dicen en voz baja lo que muchos piensan: “A este ritmo, un día el Uritorco también va a pasar a nombre de La Cumbre o Ascochinga… total, acá nadie lo reclama”.
La ironía es inevitable: Capilla del Monte, emblema del turismo místico, del movimiento energético y del magnetismo cultural, hoy parece gobernada por una administración que ni siquiera tiene energía para encender una linterna. Mientras las localidades vecinas avanzan con ideas, propuestas y eventos, la gestión de Fabricio Díaz sigue apostando a su estrategia preferida: la inacción.
Así, Capilla del Monte corre el riesgo de convertirse en un espectador más de la movida turística serrana. Y si la tendencia continúa, no sería extraño que en cualquier momento también la historia —no solo los eventos— decida mudarse a otro lado.



