El autor de “El principito”: vivió dos años en nuestro país y amó a la Argentina
Por Rubén Omar Scollo
“Todas las personas mayores han comenzado a ser niños (aunque pocos lo recuerden)” expresa el prólogo de “El principito”. Y la obra de Antoine de Saint Exupéry, escritor y aviador francés que muy pocos saben vivió en suelo argentino, no sólo diseñó el “libro más tierno”, sino que acunó frases imborrables. Claro que muchos creen que sólo es producto de la ficción destinada a un público infantil; no obstante esa bella obra literaria estuvo “creada” para un lector de todas las edades. Y trascendió en el tiempo, trascendió desde que su asteroide cayó a la Tierra y se expandió hasta el presente portando un mensaje alentador. Algunas de sus frases famosas valen tenerlas como ejemplo de una literatura plagada de amor, desenfreno por la vida, y el cuidado por la naturaleza.
“Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante”… “Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres comenzaré a ser feliz”... “No era más que un zorro semejante a cien mil otros, pero yo me hice amigo y ahora él es único”…“Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya”…“He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”. Las elocuentes, simples y creativas palabras que se desprenden de su obra máxima, condenan a los lectores y seguidores a enamorarse de la vida y de la belleza que nos da la naturaleza.
Y en verdad, la existencia del escritor francés no fue fácil: guerra y amor, anidaron en su corazón narrativo-poético. Había nacido un 29 de junio de 1900 en Lyon, y desde niño ya manifestaba un interés por la aviación. Aprendió el arte de pilotar aviones, cuando prestó el servicio militar.
Fue en el ´26 que le editaron su primer novela breve “El aviador”, tiempo más tarde obtuvo un contrato como piloto para una agencia privada. Por esos tiempos se desempeñó como jefe de estación aérea en el Sahara español y en ese período escribió su segunda novela: “Correo del Sur” (1929). A mediados de 1930 realizó adaptaciones cinematográficas y otras actividades relacionadas al ámbito artístico. Posteriormente viajó a Moscú y a la España sitiada por la guerra, escribió reportajes y artículos para varias revistas. También formó parte de las misiones de la aviación francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Luego estuvo en Nueva York cuyas anécdotas las recopiló en “Piloto de guerra” (1942).
Y ya un 6 de abril de 1943 vio la luz su obra que lo catapultaría como un escritor de masas preferido por jóvenes y adultos, ese emblema ya mencionado “El Principito”. Esa conjunción de frases de una narrativa simple pero eficaz, fue considerada como una las mejores creaciones literarias del siglo XX. Ha sido traducida a más de 250 idiomas y, recientemente, a la lengua aymara.
En la novela “Vuelo nocturno” dio real informe de algo que le sucedió a uno de sus compañeros que viajaba de Chile a Paraguay, y un fuerte viento de la Patagonia desplazó el pequeño avión dese la Cordillera hasta el Atlántico. Vivió un tiempo en Argentina (entre 1929 y el ´31), país al cual quiso mucho, ya que aquí conoció al amor de su vida, una bella salvadoreña llamada Consuelo. El contacto se dio en una reunión social en Buenos Aires, ciudad capital en la que estuvo a punto de casarse con esa bella mujer.
No obstante su interés por permanecer en nuestro territorio, la crisis financiera de Nueva York perjudicó a la empresa de correos aéreos Aeroposta (Aeropostale) en la que trabajaba. Esa situación hizo que la pareja abandonara el Río de la Plata para radicarse en París, donde contrajeron matrimonio. Ya a sus 43 años se sumó a las fuerzas del general De Gaulle, hecho que marcó un hito trascendental en su vida.
.El 31 de julio de 1944, el escritor realizaba un vuelo de reconocimiento a bordo de un Lockheed Lightsning P-38 y desapareció en el Mediterráneo. Su cuerpo nunca fue hallado. Durante décadas se especuló con que la desaparición de ese ser especial, de aspecto tierno, benévolo, y de nariz respingona, pudo haber sido o por un accidente o producto de un derribo de algún avión germano.
Claro que hubo declaraciones de un combatiente alemán quien al mando de un caza de la época contó (el joven piloto era un tal Rippert)… “cuando vi la bandera tricolor en sus alas me puse detrás y disparé…al instante vi cómo lo alcanzaba y ese avión caía derecho hacia el agua”.
Y de esa forma se extinguió la vida del creador de unos de los personajes más tiernos de la historia literaria: “Le petit prince”.