Héroes de Malvinas: La Historia de Terciano Zampieri

Héroes de Malvinas: La Historia de Terciano Zampieri

Por Carlos Almirón

Corresponsal militar Veterano de Malvinas

Un día de primavera, cuando la Segunda Guerra Mundial ya se estaba agotando, Terciano Zampieri, de tan sólo once años, salió de su casa hacia el cementerio de Monfalcone, a 25 km de la ciudad de Trieste, en el norte de Italia.

Mientras arrancaba violetas de un pastizal, escuchó las alarmas de los aviones que a su paso lanzaban bombas sobre el pueblo.

"La gente corría despavorida. Yo en cambio me recosté panza arriba, sobre los pastos de unos 20 centímetros de altura. Desde allí podía ver cómo se abrían las compuertas de los aviones y las bombas eran lanzadas", recuerda.

Para Terciano, aquél episodio marcaría su carácter y su destino, porque a partir de entonces siempre encontraría la forma de hacer frente al peligro y mantener la templanza ante la posibilidad de encontrarse con la muerte.

En 1948, traumatizados por el sufrimiento de la guerra, los integrantes de la familia Zampieri decidieron emigrar e instalarse en la capital de Córdoba. La madre y la hermana de Terciano fallecieron tiempo más tarde en el accidente de aviación cerca de Las Higueras.

El se incorporó en su adultez a la Red de Observadores del Aire, adoptada por la Fuerza Aérea Argentina como procedimiento para complementar la cobertura de vigilancia de sus radares.

Pero la oportunidad de poner a prueba su carácter llegó en 1982, cuando el Comando de Defensa Aérea convocó a radioaficionados para participar con sus funciones en el Conflicto del Atlántico Sur por la recuperación de las Islas Malvinas.

Del Radio Club Córdoba fueron 19 los radioaficionados que conformaron la red de Puestos de Observadores del Aire. Entre ellos, Terciano LU3HFU.

--¿Por qué eligió ir a Malvinas? ¿Por qué quiso involucrarse tanto con una guerra argentina?

-- Primero de todo, el imperialismo norteamericano e inglés nunca me gustaron.. Tampoco el comunismo, el fascismo, ni otro `ismo' que haya acá y que me quieran imponer. Segundo, ¿cómo no iba a defender esta tierra, si es la que me dio cuatro hijos, nueve nietos y bisnietos?

Partida a Malvinas

El 19 de abril de 1982 los radioaficionados civiles voluntarios partieron del aeropuerto de Pajas Blancas en Córdoba rumbo a Comodoro Rivadavia en un avión con sus bodegas repletas de municiones. Al día siguiente completaron el periplo a Puerto Argentino en un Hércules C 130. Fueron vestidos sólo con su ropa de abrigo, ya que no les habían entregado ningún uniforme. Llevaban consigo sus propios handys, algunos HF, botiquines, utensilios y unas cuantas petacas de cognac.

"En el puesto éramos dos civiles y un soldado de seguridad. Mi tarea era la de observar la isla y avisar si llegaban barcos o aviones. La función era muy importante porque también servía de enlace cuando otras frecuencias perdían señal", destacó Terciano.

En mayo, en plena guerra debido a la falta de protección jurídica para los radioaficionados civiles que quedaban fuera de la Convención de Ginebra en caso de ser capturados, se ordenó su remplazo por personal militar.

"En realidad fueron dos veces las que me pidieron que deje la isla y me negué a hacerlo. En ese momento pensaba: `¿qué es más peligroso: irme en un avión que lo pueden bajar o quedarme acá?'. Si estamos en el baile, bailemos".

Recuerdos del frente

De su estadía de 40 días en los montes de la isla Soledad, Terciano puede recordar muchos pasajes, de los cuales el primero en mencionar fue cuando auxilió al guardacostas "Río Iguazú" de la Prefectura Naval, que se encontraba encallado tras ser atacado por dos Sea Harrier ingleses.

"Por radio avisé para que fueran a sacar el armamento antes que los aviones que lo atacaban se apoderaran de él. Nunca volví a ver al guardacostas hasta mi visita en el 2009 a Ingeniero White, el puerto de Bahía Blanca, donde me encontré con un gemelo, lo cual me emocionó mucho".

Pero una proeza le daría el mérito suficiente para ser reconocido con la medalla de la Nación Argentina al Valor en Combate, cuando junto con su compañero Julio Rotea LU3HBR (SK) y un soldado de guardia, debieron cargar un tractor con bombas napalm de 250 kilos y dos metros de largo.

"Cuando ya habíamos cargado dos nos empezaron a lanzar misiles de unos tres kilómetros de alcance. Nadie se achicó ni salió corriendo. Es más, seguimos cargando las bombas napalm hasta terminar".

"Adiós no. Hasta pronto"

Hoy Terciano tiene 87 años, está jubilado y disfruta de la radioafición desde su estación instalada en la azotea del edificio donde vive en la ciudad de Córdoba.

En cada centímetro de su metro noventa de estatura guarda anécdotas de guerra y de vida. "Pasaron tantas cosas que con el tiempo uno sólo se acuerda de las buenas", dice, y hace mención a un pasaje más de su odisea.

"Cuando nos rendimos en Ganso Verde tomé mis cosas y me llevaron a un galpón de esquila. Al momento de partir, yo estaba arriba de una barda y vi pasar a los ingleses. Venían todos marchando, teniendo al frente a un oficial, quien al verme parado ahí me dijo: `Adiós'. A lo que yo respondí: `Adiós no. Hasta pronto. Volveremos"

El triste regreso

Terciano volvió al continente como prisionero de guerra junto a su colega y amigo Julio Rotea, ya fallecido. Lo hicieron a bordo del buque inglés "Norland" al puerto de Montevideo, donde fueron recogidos por el "Piloto Arenales". un viejo barco que los retornó a la Argentina, al astillero de Río Santiago.

Allí recibieron alimento, ropa y calzado y en un ómnibus fueron llevados a la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea en Ezeiza, donde los recibió una formación de cadetes. Tras unos días, llegó el momento del regreso a su casa y el rencuentro con sus seres queridos, su esposa, hijos y nietos. Luego el silencio, el anonimato y el olvido durante largos años.

Debieron pasar tres décadas para que Terciano como los restantes integrantes del contingente de radioaficionados, comenzaran a sentir que la historia oficial al fin les reconocía la muestra de patriotismo, coraje, sacrificio y desinterés.