“Lo que más me preocupa papi es que no lo voy a poder ver a Messi”

“Lo que más me preocupa papi es que no lo voy a poder ver a Messi”

Esta es una de las tantas historias que  van apareciendo con el correr de los días de aislamiento. Germán Fessia, postea en su facebook y nos encanta cómo lo expresa,  lo que siente, lo que lo invade. A nosotros también nos angustia esta cuarentena. Le pedimos permiso para publicar su posteo y nos da el ok. 

Él mismo nos cuenta: "Mi hijo tiene diabetes tipo 1, se le declaró cuando tenía 9 años y desde entonces es insulino dependiente, lo que implica medirse la glucosa e inyectarse como mínimo dos veces al día. Concurre el Cassafousth y los días de taller debe medirse e inyectarse en el colegio. Aparte de infinidad de cuidados en las comidas y el peligro de la hipoglucemia, que es cuando se le baja de más". 

Germán está separado y no puede verlo en persona. La cuarentena hace que su hijo viva con la madre pero la tecnología hace que lo mantenga cerca y conectado todo el tiempo a su hijo.

Le compartimos su posteo que tanto nos emocionó. TODO VA A SALIR BIEN QUERIDO GERMAN!!

"La voz de Santi llega distorsionada por la videollamada del hoy bendito Whatsapp. Lo miro mientras se acomoda el incipiente jopo y me parece una eternidad aunque solo hayan pasado dos semanas, asì de relativo es el tiempo en cuarentena. Le pregunto como anda de las mediciones y me contesta desinteresadamente “bien” mientras me recomienda un video que me va a pasar con las mejores jugadas de la “pulga”.
Trato de mostrarme entero pero por dentro me carcome la idea que pertenece al llamado “grupo de riesgo” y mejor no me pregunto a que se refieren con “riesgo”.

“Para colmo parece que paran el futbol hasta el año que viene” me dice con una seriedad que no desentona con la preocupación general. Le pido que se pare para verlo de cuerpo entero y me contesta risueño: “Qué te pensas que crecì mucho en diez días”.

Hace un paneo por el cuerpo flaco y desgarbado tomando distancia con el celular. Instintivamente fijo la vista en las piernas como si pudiera ver los pequeños moretones de las inyecciones de insulina. Apoya el celu y sale de foco un instante mientras busca una pelota que tiene cerca en el living de su casa ensayando unos jueguitos improvisados.

“Cuando me vas a enseñar a hacer la vuelta al mundo” pregunta confiado y me saca la primera sonrisa mientras pienso en mis dificultades para dominar el balòn. Lo aplaudo como puedo con el teléfono que se me escapa entre los dedos. “Bueno pa te dejo porque me voy a ver un partido del Barsa que repiten. Ese que le ganó al Madrid con dos goles de Messi te acordàs?”

La verdad que no me acuerdo pero asevero con un movimiento de cabeza. Le digo “te quiero, cuídate y después hablamos” mientras me saluda moviendo el puño cerrado con el pulgar y el meñique extendidos como hacen los chicos ahora.

Vuelvo una vez más a los sonidos del silencio y enciendo mecánicamente el televisor. El zapping inevitable me muestra canal por canal desde distintas perspectivas la situación del famoso “coronavirus”.

Entre tanta información que angustia y enloquece me detengo en una médica que aparece en primer plano con los ojos llorosos y una marca escarlata que le cruza el rostro de oreja a oreja. Nos pide por favor que nos quedemos en casa. Me sale de adentro un “gracias” claro, nítido, como si pudiera escucharme.

Sigo el recorrido frenético por imágenes y estadísticas ilustradas con curvas ascendentes hasta que me vuelvo a detener. La pequeña figura corre raudamente pasando rivales a la misma velocidad que se expande el virus. Cuando pisa el área se la pica sutilmente al arquero que queda desparramado en el suelo. Comienza el famoso festejo señalando el cielo en homenaje a su abuela según me contó Santi. Las palabras me brotan nuevamente y se confunden con el sonido lejano de una sirena: “a vos también gracias pulga”