Santos "Falucho" Laciar: Un cordobés que fue “gigante” en  el ring

Santos "Falucho" Laciar: Un cordobés que fue “gigante” en el ring

 Por Rubén Omar Scollo

Santos Benigno “Falucho” Laciar fue a pesar de su escasa estatura, un verdadero gigante, un titán en  los cuadriláteros del mundo entero. El pequeño de Huinca Renancó (ciudad del sur de la provincia), era un experto gladiador que imponía una característica boxística que combinaba guapeza, condiciones técnicas y una entrega, como la que han tenido muchos boxeadores nacidos en territorio gaucho. Pero su fortaleza mental era la que lo catapultó a conquistar tres títulos mundiales en dos categorías distintas.

Quien escribe tuvo la riqueza en la vida, de conocer personalidades de diversos ámbitos (contextos político, deportivo, espectáculo, ámbitos de la ciencia y el arte)  debido a las imprevistas y variadas funciones periodísticas. En el campo del boxeo tanto Sergio Víctor Palma, Miguel Ángel “Cloroformo” Castellini, Víctor Emilio Galíndez, Jorge “Locomotora” Castro (o el Roña), fueron algunos de los que entrevisté. Con Falucho, la cosa fue diferente, por ese entonces los dos muchas veces tomábamos un transporte desde Córdoba Capital hacia Villa Carlos Paz, y en esos ricos y emotivos viajes mantuvimos charlas que hasta estos días, perduran en mi mente.

De allí que puedo (en primera persona) destacar la condición humana de un formidable vecino y extraordinario deportista. Porque  se puede ser buen futbolista, rugbier, tenista, nadador, basquetbolista; aunque muchos dotados del mundo entero, no cumplen con la categorización de “ser buenos deportistas”. Y “Falucho”, en verdad lo fue. Su forma de comportarse en la vida marcó un sentido de sensibilidad social. La manera de conducirse en el boxeo, selló caballerosidad, entrega, dinamismo, estilo y valor.

El pequeño gladiador en ocasiones y en la actualidad, se desempeña como comentarista de veladas boxísticas, y bien que lo sabe hacer. Tiene no solo una sólida visión, sino una capacidad crítica que  le proveyó su época arriba de los cuadriláteros. Épocas de viajes hacia el continente africano, hacia Europa o el país del norte. Épocas donde los títulos eran más disputados que por estos tiempos y había que ganárselos a fuerza de entrenamiento y precisión arriba del ring.

Para repasar un poco esa extraordinaria carrera, cabe recordar que el nacido un 31 de enero de 1959 en el interior provincial, fue dos veces campeón mundial por la Asociación Mundial de Boxeo en la categoría Mosca. Eso ocurrió en 1981 y entre 1982 y 1986. En el Consejo Mundial, obtuvo la corona  entre los supermoscas en 1987 y le duró poco, ya que la perdió meses más tarde.

Pero la precisión exige datos más concretos y valen aportarlos. Su primer título lo ganó de guapo en Soweto Sudáfrica, allí en el primer año de la década de los ´80 venció por nocaut (y paliza), al crédito local Peter Mathebula. Fue un séptimo round fatídico para el boxeador del continente de ébano. Laciar lo desbordó ampliamente hasta vencerlo, doblegarlo, y abrazar otro título más para la rica historia del boxeo nacional. Ya en 1982 le ganaba por la vía del sueño y en su primera defensa, a Steve Muckoki en Cophenague, Dinamarca. Esa retención del título sería alentada por los argentinos que siempre andan por el mundo y que son los que agitan banderas nacionales en estadios foráneos. Varios años lo vieron en un primer nivel, conservando su título mosca. Pero Falucho quería más, deseaba ascender en popularidad y demostrarse que podía medirse con los “supermoscas”; y fue que en Reims, Francia, le ganó a Gilberto Román el título de esa categoría. Allí luego de noquear al mexicano en la onceava vuelta, se calzaba el cinturón del Consejo Mundial de Boxeo.

Y Francia, la Francia que vio (y estaba enamorada) de otro campeón argentino, el gran Carlos Monzón,  estaba dichosa de ver a otro boxeador de “las Pampas”, coronarse, salir airoso, en una pelea dura pero eficaz para nuestro pequeño gladiador cordobés. No obstante  Laciar perdería su título en la primera defensa que se llevó a cabo en Miami, estados Unidos de Norteamérica. Allí había sido derrotado por puntos por el colombiano Sugar  Baby Rojas.

Fueron diecisiete combates por títulos mundiales disputados por el pequeño gigante, de la cuales ganó catorce y perdió tres batallas. Su retiro se dio en 1990, hace ya treinta y un años. Y su récord fue meritorio, con triunfos en setenta y nueve batallas; treinta nocauts positivos, diez empates, diez derrotas y dos combates sin decisión.

Por esos méritos descritos,  el Círculo de Periodistas Deportivos le concedió en tres oportunidades el beneficio de ser ganador del Olimpia de Oro. Y otro galardón de relevancia le fue otorgado por la Fundación Konex, ya que en 1990 recibió el premio de “Platino por ser considerado el mejor boxeador de la década”.

Y esa es la historia de un deportista simple, sencillo, de buenos sentimientos, que hizo con  su entrega, brillar como otros tantos al boxeo nacional. Atrás habían quedado las palabras del campeón en la Noche de Sudáfrica: “la gente al costado del ring gritaba Argentina, Argentina…y nosotros le respondíamos Soweto, Soweto”.  ¡Y sí! , habían sorteado lo que fue el apartheid; gambetearon las geografías, recuperando las escenas de Galíndez en ese país, cuando ganó con la cara ensangrentada. Unieron dos continentes, al grito de ¡ARGENTINA…ARGENTINA!