“La luz mala” acompaña a los automóviles en la zona del arco de Alpa Corral.
Muchas veces en la sección Mitos y Leyendas de nuestra página web nos hemos ocupado de los fenómenos conocidos entre nuestros abuelos como “la luz mala” o “el farol de mandinga”; también si tú eres de los que habitualmente sigue nuestros artículos habrás leído notas que tienen que ver con una zona de muchas apariciones comprendida entre la curva de Espinillo en la vieja Ruta 36, la nueva Autovía, el arco de Alpa Corral y el paraje Santa Rita.
Como lo hacemos habitualmente no vamos a develar el nombre de los protagonistas de esta historia para no exponerlos, pero sí vamos a contar los acontecimientos en una noche oscura que una familia nunca va a olvidar en sus vidas.
Una familia que vive en la Ciudad de Río Cuarto, tras una cena familiar retornaba desde el paraje “Río Seco” rumbo a su residencia por el denominado camino “del arco de Alpa Corral”; al pasar algunos pocos kilómetros del paraje Santa Rita sucedió un fenómeno que marcó sus vidas para siempre; en los campos a pocos metros del vehículo una extraño luz los alumbraba.
En primer lugar tuvieron miedo, pero de apoco el miedo se convirtió en asombro ya que descubrieron que el fenómeno no les causaba daño, pero a medida que el vehículo avanzaba la luz los seguía acompañando en el trayecto ante el asombro fundamentalmente de los niños pequeños de la familia que viajaba en el automóvil.
Al llegar a la zona del arco; mientras se disponían a subir a la traza de la vieja Ruta 36, ya que este hecho aconteció poco antes de la llegada de la moderna autovía, la extraña luz se elevó por los cielos perdiéndose para siempre. El padre de la familia quiso bajarse del auto para observar el lugar donde la luz se había perdido, pero sus seres queridos se lo impidieron y le sugirieron seguir viaje a Río Cuarto.
Al contar estos hechos a conocidos las explicaciones fueron de las más variadas, los gauchos hablan de “la luz mala” o “el farol de mandinga”; otros hablan de fantasmas o apariciones en el mismo camino; no faltaron los que opinaron que se trataba de marcianos o “platos voladores” y los más espirituales hablaron de algún ser querido fallecido que los acompaña en el camino.
Más allá de cuál fue la explicación científica del fenómeno, a los protagonistas de la historia aún hoy se les pone la piel de gallina al recordar esa noche sin luna con una extraña luz en el camino.
En el noroeste argentino también se le da el nombre de luz mala al «farol de Mandinga», fosforescencia que suele verse en cerros y quebradas durante los meses más secos, después de ponerse el Sol. Se asegura que el farol de Mandinga aparece en lugares en los que hay enterrados tesoros de oro y plata, y que la luz es el espíritu del antiguo dueño tratando de alejar del lugar a los extraños.
En la actualidad se acepta que el mito tiene su origen en el fenómeno real del fuego fatuo, fosforescencia producida por la descomposición de materias orgánicas sobre el suelo o enterradas a poca profundidad.
También puede ser la resultante de la luz de la Luna en los huesos de vacas muertas en el campo. Al reflejarse en el medio de la noche produce un efecto de luz que es interpretado por la gente de los alrededores como algo sobrenatural, que termina siendo refutado al llegar al lugar de la luz. Normalmente la gente se aleja o realiza ritos populares evitando acercarse. Además no es el mismo el efecto que se produce a distancia, por lo que a medida que uno se acerca puede que la reflexión se vea de manera distinta. Los lugareños al acercarse veían el animal ya sin vida, cuya muerte era atribuida a la luz mala, he aquí el porqué de la imagen siniestra de tal acontecimiento.
Tal vez la luz mala sea sólo un mito contado de generación en generación, pero usted que está leyendo este texto de noche, se anima a mirar por la ventana???.
Imagen meramente ilustrativa, no corresponde a la noticia .