Messi como fenómeno socio-antropológico
Messi como fenómeno socio-antropológico
Messi como fenómeno socio-antropológico
Messi como fenómeno socio-antropológico
Messi como fenómeno socio-antropológico

Messi como fenómeno socio-antropológico

 

Messi un héroe por anticipado (antes que se produzcan los hechos)

 

Por Rubén Omar Scollo (Especialista en Antropología- UNC)

 

Quien escribe como buen futbolero, como argentino, no puede interpretar a ciencia cierta (al menos con la coherencia que existe plasmada en las rivalidades), no puede discernir  hasta qué punto puede llegar la pasión y la devoción. Es en verdad impensado, es un fenómeno que tal vez no refleje el disímil pensamiento de los amantes del deporte de la redonda, de un lado y del otro de las Cataratas. ¿En Argentina, un puñado de jóvenes, se atreverían frente a la Bombonera o a las puertas del Monumental, antes de un enfrentamiento entre esas dos selecciones a “torcer” por Brasil? La respuesta es  “para nada”. Es más, si eso ocurriera el resto de la gente allí presente, hasta agrediría a quienes  porten los colores de su eterno rival… ¿Son tan diferentes los brasileños a los argentinos? Viendo lo que se observa por los medios de comunicación desde el comienzo de esta Copa América, la realidad indica que sí.

¿Puede el amor por Messi producir el fenómeno de adoptar los colores albicelestes  en lugar del verde, azul y el amarillo? En apariencias sí, todo lo puede. “Soy brasileño pero quiero que esta copa se la lleve la Argentina, y es por Messi”, expresa un exaltado carioca de tez morena. “Mi deseo es que gane Argentina”… ¿Pero vos sos brasileño? –le pregunta el cronista de TyC – “Sí, brasileño, hincha de Messi ,del Barcelona y de Boca Juniors”.  “Ganará Argentina, porque Messi es mejor que Neymar, es el mejor de todos”… ¿Y Pelé, él sí que fue el mejor de todos los tiempos?-sugiere el periodista argentino ya asombrado- “No lo vi jugar, dicen que era el más grande, pero para mí Maradona y Lionel son lo mejor que he visto en mi vida” –resopla a los gritos el torcedor paulista que está en Río.

Valen cientos y cientos de declaraciones a favor de nuestro seleccionado y el amor que despierta en el país vecino  el astro rosarino. Valen los cantos, las casacas argentinas en cuerpos brasileños, la hermandad generada cuando antes era simplemente antipatía… ¿Es locura, es realidad, es ficción, es una clara idolatría? Los ídolos todo lo pueden, desde romper barreras históricas hasta diseminar un amor incondicional.

Los comportamientos sociales no son iguales en un país y en otro. No son similares tampoco en otras latitudes.  Porque un día después se jugará la final de la Euro entre Inglaterra e Italia en Wembley, y en muchos puntos del globo causa mejor efecto y afecto la representación itálica. Y puede afirmarse que los fanatismos escapan a las verdades deportivas, a las necesidades de unos y otros; escapan a la racionalidad. Pero los europeos de estos tiempos son más racionales, ya sin hooligans ni tiffosi; y en el mundo perdura la admiración por los deportistas de elite.

Esos efectos sociales marcan ciertamente un nivel de comprensión que se antepone a lo tribal, lo bestial, de querer ver al enemigo derrotado, destrozado dentro de un campo de juego. Mientras se observan  esas imágenes de cariocas, gente de Brasilia, paulistas, o de otros puntos del país hermano, bailando al compás  de un ¡Vamos…Vamos Argentina!... ¡Messi  sos el mejor ¡(o el “melhor”, tal el caso); en Argentina no ocurre lo mismo: lo que se siente es  una sellada esperanza e incomprensión.

Pero los canales de TV nacionales, en varios programas deportivos, alternando esas imágenes de brasileños contentos por otra divisa; en esos medios rescatan “las mejores patadas de jugadores argentinos enfrentando al rival de siempre”. Y se ven a Van Tuyne, Astrada, Simeone, Tévez, Sorín, Cáceres,  Altamirano, barrer y partir piernas “verdeamarelhas”. ¡Qué extraño y raro es todo! De este lado apelando a la guapeza o a un árbitro que “seguramente nos bombeará” en el partido final a jugarse en el mítico Maracaná (que en parte está elegido a dedo y será peligroso en jugadas dudosas). De este lado nos causa admiración y una envidia razonable, en reconocernos en desventaja ante el poderío del rival de toda la vida.

Y algunos comentan que en Uruguay (quienes raramente estarían a favor de la celeste y blanca)  también desean que Messi se convierta en “CAMPEÓN”. Y pensar que sea  el resultado que fuere, los compatriotas del  astro pequeño, son los únicos que siempre lo cuestionaron, son los únicos que nunca valoraron un segundo puesto y lo llamaron varias veces “pecho frío y perdedor”…”Maradona tenía más h…” “Messi es bueno en el Barsa pero en Argentina no anda bien”.

Y los números dicen otra cosa, goleador histórico de nuestra selección, campeón olímpico, campeón mundial sub 20, subcampeón mundial ante Alemania        ( ganada por teutones con ayuda de árbitro itálico), dos veces subcampeón de la Copa América ante Chile (perdidas por la vía de los penales); decenas de títulos con su equipo catalán. Pero lo seguimos cuestionando, y si se pierde esta final (como puede ocurrir), la admiración de hinchas y periodistas, tal vez vuelva a caer por el barranco para afirmar lo que muchos no esperan pero que si se da de esa manera, reforzarán con estas palabras: “otra vez segundos”. Y el pequeño gladiador nacido en Rosario, una vez más en ahogado llanto y a escondidas pensará “prefiero cambiar dinero y otros triunfos por un título con Argentina, si hasta llegué a cantar el himno como quiere la gente”.

Argentinos, una rara “raza” de seres que si no se obtiene la victoria todo lo hecho no vale nada.  Menos, el ídolo que admira el mundo entero. Messi, trae la copa, por vos, y  para que los necios callen para siempre. Porque muchos en el hermano país si Argentina gana estarán contentos (total ellos tienen cinco copas del mundo), pero en el país del “rey” y “del Dios extinto”, lo que sirve es sólo “ganar”.

Fenómeno socio-antropológico o no,  simplemente somos argentinos, una sociedad extraña fusión de “exitismo-devoción y de cabezas debajo la guillotina”.